Ya se han evaporado los rezagos de la visita papal y no quiero dejar pasar la oportunidad de escribir sobre un evento que no debe quedar solo como anécdota. Me remitiré a un documental que acabo de ver y conectaré con lo dicho por Francisco en Lima.

A la monja Catherine Cesnik la asesinaron en 1969 en Baltimore. Su cuerpo semidesnudo fue arrojado en un basural. Un golpe en la cabeza produjo su muerte. 50 años después su caso nunca esclarecido ha sido convertido en un documental de Netflix llamado The Keepers. Medio siglo después la investigación de sus alumnas del colegio Arzobispo Keough, destapa testimonios de diversas promociones abusadas sexualmente por el sacerdote Joseph Maskell. 

El asesinato de la monja Catherine poco después de que algunas alumnas le confiaran los abusos que sufrían, parece ser el desenlace de una red de impunidad dirigida por Maskell y en la que intervienen sacerdotes, policías y demás autoridades. Por cierto, la investigación policial fue precaria y en cambio el documental muestra la abundante información que pudiera haber resuelto el asesinato y los casos de abusos sexuales.

catherine cesnik y el sospechoso joseph maskell

“¿Qué es una monja chismosa? Es terrorista”, dijo el papa Francisco mirándolas con desprecio, a lo que ellas se mostraron sorprendidas, otras curiosas, otras tratando de esconder la vergüenza y la molestia y otras más con risas nerviosas durante su encuentro en el santuario de la iglesia de Las Nazarenas.

"Monjas terroristas, no, el mejor remedio para no chismear es morderse la lengua, pero no tirar una bomba, que no haya chismes en el convento… acuérdense de los terroristas en Ayacucho cuando quieran contar un chisme", añadió Francisco en un discurso misógino que evidencia que la iglesia no ha cambiado en su postura de desprecio por las mujeres, de asociarlas con la sumisión, el silencio, por relegarlas a una clase inferior y como siempre culparlas de todo. Los tiempos de cacería de brujas no se han ido, solo faltó que les dijera: “mujer tenías que ser”, porque es tan similar la forma de dirigirse a las mujeres agredidas, por ejemplo, cuando se les presenta como no creíbles, como putas, como “qué habrás hecho para que te peguen” o “te pones en un escaparate, provocando”.

No es vano que en un discurso agresivo y ofensivo les haya dicho: “¡Ay! de la monja que tiene el corazón encogido. Por favor, busquen remedio. No se puede ser monja contemplativa con el corazón encogido. Además, las monjas encogidas son monjas que han perdido la fecundidad. Que no son madres, que se quejan de todo. No sé, amargadas... siempre buscando un tiquismisquis para quejarse (.) ¡En el convento no hay lugar para coleccionistas de injusticias! Sino para las que saben llevar la cruz”.

Mucho se ha hablado de que son las monjas quienes, en numerosos casos, denuncian los delitos sexuales de los sacerdotes u otros integrantes de la iglesia católica. El caso de la monja Cathy Cesnik es uno que grafica la pesadilla por dentro. Ese caso nunca llegó a juicio y las víctimas sintieron que la iglesia les decía: “no abran la maldita boca”, “guarden el secreto”, cuenta una de ellas.

Coinciden los mensajes de impunidad, cuando el papa dice a las monjas peruanas “muérdanse la lengua”, “chismosas, terroristas”, “no hay lugar para coleccionistas de injusticias”.

Solo comparando el caso del asesinato de la monja Catherine Cesnik y lo dicho por Francisco a las monjas peruanas basta para asegurar que el discurso de la iglesia sigue siendo el mismo en 50 años, la enseñanza religiosa del silencio, de la complicidad, el encubrimiento y la impunidad.

Es curioso escuchar al papa con tamaña severidad con las monjas y, en cambio, no mencionar en sus discursos públicos a Figari, Karadima, y otros. Y en Chile fue capaz de pedir pruebas ante las críticas a Juan barros, el clérigo acusado de encubrir los abusos sexuales a menores de Fernando Karadima.

La iglesia como el Estado tiene mecanismos de impunidad que se han institucionalizado. El presidente tiene derecho a antejuicio no puede ser juzgado en funciones, los congresistas tienen inmunidad con lo dicen y hacen a su antojo sin sanción, la iglesia tiene sus tribunales eclesiásticos que protegen a sus miembros del sistema de justicia común, las fuerzas armadas tienen el Consejo Supremo de Justicia Militar. Así tenemos instalado un sistema de impunidad y los ciudadanos en cambio somos criminalizados por ‘quítame esta paja’.

Volviendo al tema. Si son las monjas quienes tratan de ayudar a los niños y niñas y sus familias que llegan clamando justicia por abusos sexuales de quien creen que es una autoridad, un amigo, una persona confiable, un enviado de dios; más vale ser “monja terrorista” y hacer voto de desobediencia ante una iglesia católica que habla mucho de la defensa de la vida y de los niños, pero que ordena a los fieles “morderse la lengua”.

Foto: referencial Infoglobo